Maquio en Azul, Oleo sobre tela 50X50
Octubre de 1989, hace 20 años ya…. En una carretera de Sinaloa murió Manuel J. Clouthier, el gran “Maquio”. El fue un luchador y un convencido de que las cosas pueden cambiar, para ser mejores, pero hay que trabajar para lograrlo. Un hombre grande, un agricultor-empresario, un empresario-político, un político que tocó el corazón y la conciencia de muchos…. entre ellos los mios.
No sería posible entender la historia reciente de México sin considerar al Maquio, su vida y su muerte, ya que la mayor de sus obras inicia precisamente en ese momento…cuando su vehículo fue arrollado, como su carrera política fue arrollada por el sistema.
No es mi intención polemizar, pues habrán muchos que difieran, cuya idiolología no admite la figura del Maquío en la extensa mitología de los héroes nacionales. Solo quiero hacer un homenaje a un hombre, al que de joven conocí y admiré, sin que él llegara a tener siquiera conciencia de mi persona, pero que sus palabras y acciones han sido ejemplo y motivación en mi vida.
Lo pinto en azul, porque fue el color que defendió políticamente, pero sobre todo porque es el color de la tristeza. Así lo concibo y lo represento…triste, porque a pesar de su fortaleza y carácter, sus ojos y rostro reflejaban tristeza y preocupación por aquellos que, en ese tiempo, no tenían las oportunidades para salir adelante, la esperanza de un mejor futuro….y aún los sigue habiendo, por miles…por millones en este México en el que nos tocó vivir.
La siguiente historia es narrada por alguien que lo conoció…una bonita historia por cierto:
MAQUIO Y EMILIO:
César Leal
Yo gocé el privilegio de encontrarlo en mi vía dolorosa…. Esto del poeta yo lo canto a los jirones de la vida que compartí con Maquío, aquel espécimen excepcional.
Y esta anécdota que ahora les cuento no pertenece a su intensa vida empresarial, ni a su tempestuosa irrupción política, se acomoda más bien, en esos aspectos del ser que hacen posible al otro, en esa verdad catedralicia de que lo que damos hacia afuera es una superabundancia de la vida de adentro
En los años en que yo enseñaba matemáticas en el Instituto Chapultepec, me daba tiempo para presidir la liguita de futbol americano –del que he sido forofo- , en la que participaban ocho equipos de chavos de doce a los quince años, de las diferentes escuelas de Culiacán. Cada sábado en la tarde, tenía lugar un encuentro que atiborraba las graderías en ese entusiasmo propio que despierta el deporte.
Pero sucedió que un día uno de los “coaches”, ingeniero de los Recursos Hidráulicos fue movido a otro lugar del país, y el equipo de “Los Halcones Negros” se quedó sin entrenador, justamente cuando se publicaba el calendario de juegos de la temporada.
Ya sea por la zozobra de los muchachos o por la angustia de los papás me di a la tarea de buscar un sustituto del Ingeniero Robles que resolviera tan infortunada eventualidad.
Y he aquí que fui a dar al “Paralelo 38”, el rancho legumbrero de Maquío, allá por el rumbo de los “Cinco Hermanos”. Manuel había sido en su juventud estrella de los “Borregos del Tecnológico” en el rudo deporte de las tacleadas.
Conservo la idea nebulosa de que rehusó mi invitación porque creo que aguantaba tiempos malos en el azaroso juego de los tomates: Pero yo sabía como “mascaba la iguana”, y me regresé tranquilo a la ciudad, ya por la noche.
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Al día siguiente, por la tarde me di una vuelta por los campos de entrenamiento…y ahí estaba el gordo…con un jersey negro, una funda deportiva, unos tenis llenos de lodo, y un silbato que le pendía del cuello…me estaba esperando.
Entró en mi cubículo buscando instrucciones de procedimiento, y se fijó inmediatamente en una pequeña lista que casualmente estaba en mi escritorio, la tomó y preguntó:
-¿Estos son mis jugadores?
-No-, le contesté – no Manuel; esta lista es confidencial, contiene los nombres de nueve jóvenes que no pueden jugar futbol americano.
- ¿Y por qué no pueden jugar? Preguntó intrigado
- Los han visto los doctores, y no han pasado el examen, encuentran en ellos, le informé, algún padecimiento o simplemente una deficiencia, el caso es que están “out”
Manuel se levantó, recogió la lista de sus jugadores oficiales que yo le entregaba, y me dijo, mientras salía con una mirada que se confundió con el reto.
-¡Mándame a los inútiles, quiero que estén en mi equipo!
Y aquellos escuchimizados, miopes, o simplemente débiles, entraron a la “planta” de los Halcones Negros del Maquío Clouhthier. Entre ellos estaba un adolescente cuya imagen sólo cabe en la evocación del amor o en la lógica del que cala muy hondo en el significado de la vida. Emilio, con el síndrome de Down.
Durante las siguientes semanas, decenas de aficionados se juntaban a ver “golpear” las diferentes escuadras, y en más de alguna ocasión pasaron un buen susto cuando les tocaba ver que el Maquío ordenaba a ocho de sus pupilos que le aguantaran el “domy” para enseñarles personalmente con una pequeña demostración, como se bloqueaba a larga distancia, y los ocho atrevidos salían volando por los aires. A Emilio, lo hacía participar en todos los ejercicios con el mismo entusiasmo que Don Shula lo hiciera con Dan Marino
Jamás podre borrar de mi memoria, aquella tarde, ya en plena temporada, en la que los Halcones iban perdiendo frente a las “Iguanas Guindas” 14 a 12 en el tercer cuarto, en un juego crucial, y Maquío sacó de su campo a su Quarter Back para darle una orden desconcertante.
-Mira Jaime, le vas a dar jugada a Emilio- ordenó. El Asustado mariscal de campo, todo sudoroso le replicó, en tono de súplica:
-¡No ingeniero, por favor, ahora no….!-
Maquío lo empujó ligeramente hacia el campo, y volvió a ordenarle-anda, hazlo…
En la jugada que siguió, ante un alarido desgarrador de la multitud, la bola le fue entregada a Emilio, que corrió lentamente, -con ese paso torpe de su condición- pero que daba la impresión que su carrera cambiaba el mundo, en un “in tacle” difícil y masivo, todos sus compañeros como que entendieron lo irrepetible de aquel momento, hicieron exactamente cada uno, lo que el pizarrón ordenaba, y ante unos defensas sorprendidos, Emilio corrió y corrió…y corrió hasta el touch down.
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Cuando en la noche me reuní con él a comentar los incidentes del juego, le inquirí:
-¡Te arriesgaste mucho, Manuel!-
-No, César, no me arriesgue, hubiéramos arriesgado más si no hubiera sido así,…-Yo simplemente creo que este es un juego, en el que venimos a formar, a educar, y ese chamaco ha estado toda la temporada en la banca, y ni a un muchacho de su condición le debemos dejar la idea en la vida de que la banca es un lugar para estar.
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Han pasado muchos años, aquellos Halcones Negros ya son mayores, Emilio se casó y tuvo hijos, Maquío quedó en el kilómetro 74 de la carretera de Culiacán a Mazatlán, los mexicanos siguen buscando a su coach que no los deje en la banca.
A veinte años de que el Maquío, “el hombre que le abrió un boquete al sistema”, se nos adelantó en el camino de toda la tierra, nos queda el recuerdo de su persona y su obra, sabiendo que no descansa en paz…sino que donde está sigue trabajando por todos los Emilios.